Es un disco en la media. Aunque tiene pasajes en los que late el espíritu del hardcore ochentero y otros en los que Big Black, parece asomar. Le cuesta encontrar su camino y proponer algo al nivel de lo que se espera de Shellac.
Pero, por otro lado, es el último disco de Albini y eso es algo con un carisma tan contundente como difícil de asumir.