Vrioon

by Alva Noto + Ryuichi Sakamoto

Vrioon es como escuchar a un monstruo electrónico jugando a ser delicado. Alva Noto construye un tapiz de “ruiditos” y glitches tan precisos que parecen el chasquido de un mecanismo imposible, y ahí, flotando en ese mar de microexplosiones digitales, entra el piano de Sakamoto, elegante y fantasmagórico. No es que el piano esté en conflicto con esos loops como de maquinaria desquiciada, sino que se complementan en una especie de batalla silenciosa. Es como si un gigante sintético se entretuviera lanzando loops de sintetizador que parecen hechos de chispas y zumbidos, mientras el piano y el bajo intentan mantener el temple, sin ceder ante la brutalidad latente.

Cada nota de piano es un susurro en medio de una tormenta de texturas digitales, y el bajo, cuando aparece, retumba como un eco de algo vasto y profundo que nunca termina de revelar su forma. Noto maneja el glitch como un chef sádico: añade crujidos, reverberaciones, y una serie de clicks que se convierten en un contrapunto perfecto para las melodías serenas del piano, creando un contraste que a veces es casi incómodo, pero tan absorbente que no puedes parar de escuchar. Es una coreografía precisa de caos y orden, de ruido y silencio, de metal y alma.

Vrioon no es solo una obra de ambient o minimalismo; es el sonido de dos mundos enfrentados: la sutileza de Sakamoto, humana y emocional, contra el monstruo glitch de Alva Noto, mecánico y despiadado. Cada “ruidito” es un golpe, cada glitch es un puñetazo en el silencio, y el resultado es una especie de armonía disfuncional que solo ellos pueden hacer sonar tan bien.

Es tan conceptual que hasta el concepto parece querer fugarse. Cada golpe de tecla, cada pulso electrónico, es como un acto de rebeldía contra cualquier noción de música fácil. Y, sin embargo, es hermoso: en su frialdad, en su negación total de complacencia, Vrioon es una catedral gélida que te atrapa y no te suelta, siempre y cuando te atrevas a quedarte ahí, en el vacío, contemplando el hielo.