by La Mode
Tu piel se fundió con mi piel
y Bryan Ferry dijo ok,
Desde sus inicios, Fernando Márquez «El Zurdo» siempre quiso ser Bryan Ferry. Pero llega 1982, y el que fuera integrante del grupo seminal de la Movida, Kaka de Luxe (1977), y su posterior ramificación, Paraíso (1980), se junta con con dos talentosos músicos como Mario Gil (Teclados) y Antonio Zancajo (Guitarra). Era el momento de sonar bien, de parecer un dandy, de que Bryan Ferry dijera ok.
Al margen del look del Zurdo, los Roxy Music serían una influencia tal, que su nombre y su protagonista aparecerían en la que es la canción mas recordada del grupo, Aquella Canción de Roxy. Pero no solo de su estética vive el grupo. Antonio Zancajo, el músico mejor preparado del trío y al contrario que la mayoría de músicos de la Movida, era un enamorado de Dylan, del Rock de finales de los 70, de Robert Fripp y de Brian Eno y Phill Manzanera (Roxy Music). Junto al bagaje de Antonio y la inquietud tecnológica de Mario Gil, el Zurdo, lograría alinear una formación cuya riqueza musical estaba fuera de cualquier duda.
"El Eterno Femenino" es el elegante resultado de esta atípica mezcla. Un álbum redondo, conceptual, plagado de referencias cultas que funcionan como pretencioso envoltorio. El título del disco, sacado de «Fausto» de Goethe no es más que el caparazón de una colección de canciones sobre la mujer en las que sorprende cómo su música y su poesía son capaces de deshacer la ingenuidad de sus letras (Cita en Hawaii).
En lo musical, aparece la plasticidad tecnológica de Buggles y la dualidad bajo-sintetizador de OMD en Wild Puppets o el soberbio juego de melodías y la lírica de Aquella Canción de Roxy, el mejor tema del álbum. Una oda al libertinaje, propio de una sociedad con abruptos cambios sociales recién salida de una dictadura. Le siguen las refrescantes Aquella chica y Las Chicas de la Inter, sonido que contrasta con las progresiones y el sinfonismo de El único Juego en la Ciudad y el frenesí y la variedad de registros de La teoría de la Relatividad. Sin embargo Mario Gil se guarda los mejores sintetizadores y las memorables melodías para el final, Mi dulce Geisha y el Eterno Femenino se convierten en el cierre perfecto a un trabajo plagado de una inocente, y a la vez sugerente, poesía.
"El Eterno Femenino", funcionará como registro de entrada del neonato en La Movida. Es Un disco maduro, con un sonido elegante al servicio de la ultima tecnología y una imagen glamourosa. Mucho estribillo pegadizo y avidez por quien haya disfrutado de la música de los 80 y su esencia Neo romántica (Ultravox). Eso sí, como buen álbum en su contexto, con su punto de pretenciosidad, pedantería y autocomplacencia.
(Reseña adaptada del original publicado el 29-07-2014 en el blog Aquella Canción de Roxy )
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